Soy graduada en Psicología en México desde el año 2001. Como parte de mi proceso de titulación, realicé la tesina titulada “Los efectos psicosociales asociados al maltrato a la mujer”, con la cual recibí mi título universitario por unanimidad. Fui practicante en el Departamento de Terapia y Asesoría Clínica de la universidad durante más de dos años, ofreciendo terapia individual, familiar y de pareja, así como orientación vocacional. Asesoré y desarrollé proyectos comunitarios y fui asesora de proyectos estudiantiles para su titulación.
En 2004, mi carrera fue validada en el estado de California, Estados Unidos, donde también fui voluntaria en Peace Over Violence (anteriormente LACAW), una organización sin fines de lucro pionera en el activismo feminista que ofrece apoyo y recursos para erradicar y prevenir la violencia en sus distintas formas. Desde entonces, he estado en la práctica privada.
Con más de 20 años de experiencia, mi interés principal ha sido el área clínica. Obtuve una especialidad con validez internacional en Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) con la Universidad de Flores, Argentina, y avalada por el Albert Ellis Institute en Nueva York. Mis intereses se enfocaron en el área familiar, completando un Diplomado en Técnicas de Orientación Familiar en el Instituto de Terapia Familiar Cencalli, del Estado de México.
Durante mi carrera, descubrí el valor tan importante de las diferentes pérdidas en nuestras vidas, por lo que completé mi formación con un Diplomado en Tanatología en el Centro de Tanatología de Elisabeth Kübler-Ross. También he tomado talleres en el Mental Research Institute (MRI), la escuela de Palo Alto, California, donde se formaron Gregory Bateson, Richard Fisch, Jay Haley, Jules Riskin, Virginia Satir, Paul Watzlawick y John Weakland, así como en el Albert Ellis Institute.
Paralelamente a mi profesión, para sostener los gastos estudiantiles, me he dedicado al área de ventas, obteniendo éxitos tanto en la industria automotriz, funeral y de cementerios. He liderado grupos de ventas y reconozco la relación entre la Psicología y el área comercial. Por tal motivo, obtuve una doble certificación en PNL (Programación Neurolingüística) en la Association for Integrative Psychology (www.aiponline.com), actualmente en proceso de renovación. Mis cursos de capacitación se centran en el desarrollo del individuo, la autoconfianza y la aceptación como base central, no solo en la carrera de ventas, sino en cualquier profesión y en nuestras relaciones con los demás.
Me sigo desarrollando constantemente, pues el proceso de aprendizaje es infinito. En mi pasión por ayudar a otros, me he comprometido a superarme a mí misma, aceptarme y convivir con mis propios miedos. Recuerda: “Nobody is perfect,” pero todos tenemos la oportunidad de levantarnos cada mañana, ser y hacerlo mejor que ayer, para seguir evolucionando. Caminemos con una mano hacia atrás para apoyar a quienes vienen detrás y con otra hacia adelante para pedir ayuda a quienes están adelante. Tienes mi apoyo.
Esta es mi historia. Fui una niña muy inquieta, la tercera de cinco hermanos, lo cual me posicionó en el medio, y como dirían algunos colegas, padecí del “síndrome de la niña sandwich”. No era ni la mayor ni la menor, y en ocasiones eso hacía que los padres se olvidaran un poco de ti, así que tenías que desarrollar tus propias habilidades para ser autosuficiente… me encanta esa palabra. Bueno, sigamos.
Cerca de cumplir los 20 años, salí de mi casa para emprender una carrera profesional, mudándome a la hermosa ciudad de Guadalajara, Jalisco, con la promesa de una beca estudiantil que nunca se otorgó. Al no poder solventar los gastos de aquella universidad, una de las más prestigiosas del país (los que son de México, tal vez sabrán cuál es), me vi en la necesidad de regresar a casa. No fue fácil, ya que sentía que no había logrado una meta, pero antes de regresar, di un recorrido por varias ciudades alrededor de este estado, aprendiendo sobre las diferentes regiones, tradiciones y cómo somos similares pero también diferentes en lo que podemos convertirnos.
Desde que era estudiante de primaria, mi madre fue llamada a la escuela para recibir quejas sobre mi conducta. La mayor fue cuando saqué a mis compañeritos de clase para ir a la casa del profesor de tercer grado a ver por qué no regresaba del receso y lo encontramos dormido en su casa, que estaba a una cuadra de la escuela. (Risas) ¡Qué tiempos aquellos cuando había más seguridad en nuestros países y podíamos andar fuera! La segunda etiqueta que recibí fue la de “niña hiperactiva”, por lo cual fui referida a un psicólogo, cosa que a mi madre no le gustó para nada, y no se volvió a hablar del tema. Entrábamos en los años 80, así que aún había algunos tabúes en relación a esta profesión que se asociaba a la locura, y la locura a una enfermedad muy fea que debía esconderse para que nadie la viera. “Qué triste”.
Así que me esforcé por mejorar para que mi madre no se preocupara, aunque nunca supe bien cómo hacerlo (risas). Gracias a mi profesora Consuelo, formé parte de la escuelita de teatro. Ella conversó con mi madre y le aconsejó que me inscribiera, ya que lo que pasaba es que tenía mucha energía y había que canalizarla de alguna manera. Esta experiencia me encantó, y como buena lectora gracias a mi hermana mayor, que me enseñó a leer a los 5 años, me aprendía fácil los libretos. Gracias a mi madre, que nos compraba libros en abonos (tal vez algunos recuerden a esos vendedores de libros que iban casa por casa), siempre teníamos algo nuevo que leer. Terminé de leer la Divina Comedia de Dante Alighieri a los 7 años. Ahora que lo pienso, creo que no era muy adecuada para la edad, pero bueno, sin un hermano o hermana aliado/a para jugar, los libros se convirtieron en mi pasión; podía ir de un sitio a otro en solo momentos.
Ya en la secundaria, seguía con la inquietud por la Psicología, ya que se hablaba cada vez más del tema, pero nadie decía abiertamente que estaba en consultas psicológicas. Los padres lo ocultaban, así que empecé a leer sobre el tema en la biblioteca escolar. Por supuesto, todo era en papel; el internet aún no era popular en las escuelas públicas de México, pero teníamos una universidad frente a la secundaria a la que podíamos acceder. Así que, muy joven, comenzó mi pasión por esta profesión, que me decía que no había nada malo en mí, que no había nada malo en ser diferente y decir lo que piensas abiertamente, ya sea introvertido o extrovertido. Me volví un poco irreverente; organicé y participé en mi segunda huelga en la secundaria como protesta por un cambio en la dirección, algo que no tenía mucho sentido pero en lo que estaba convencida.
Decidí que era la profesión a la que quería dedicarme. Mi tránsito por la preparatoria fue complicado; empecé a tener dudas sobre la carrera, quería ser veterinaria o ingeniera agrónoma por el amor al campo y a los animales, luego abogada y economista. Quería ser todo y nada a la vez. Esto les sonará a los padres de adolescentes, ni más ni menos, así es la adolescencia. De ahí mi interés por la orientación vocacional para encontrar tus talentos y descubrir tus intereses para tener éxito en una profesión. De pronto, sentí una inspiración interna, algo que me dijo que sería más seguro si me reclutaba en un convento y me convertía en religiosa. Sí, (¿no te lo esperabas? ¡Ni yo!) Así que me acerqué a la iglesia a la cual meses antes estaba retando. Ya graduada de la preparatoria, dije que quería ser una monja. Rápidamente empecé unos cursos y me enviaron como interna a una vida pre-religiosa. Cortaron mi cabello, hice votos de pobreza, castidad y obediencia… ¡sí, obediencia! “Cruz del calvario”. ¿Y ahora? Por supuesto, solo estuve siete días, los mismos en los que Dios creó todo a nuestro alrededor (risas con respeto). Hablando con mi asesor religioso, me dio un consejo sabio: busca en tu interior qué es aquello en lo que te quisieras convertir y hazlo. Así que me inscribí en la universidad eligiendo la carrera de Psicología, enfrentándome a muchos retos, siendo la primera de mis hermanos en entrar a la universidad, donde se creía que solo podías hacer una carrera técnica. Me tomó 10 años este camino, ya que implicó un cambio y una transformación de creencias y valores heredados. Así llegué aquí, a una carrera que es más un estilo de vida donde te puedes desarrollar en cualquier lugar donde haya humanos interactuando, rompiendo esquemas y etiquetas impuestos.
En mí puedes encontrar a alguien que te puede apoyar a reencontrarte contigo mismo, a mostrarte esa puntita del hilo por donde debes tirar, porque todos por naturaleza tenemos el poder de la autosanación; solo necesitamos un guía, una palabra, una mirada, y hasta un silencio. Nadie podemos hacerlo solos, y aquí en Soluciones y Bienestar puedes encontrar lo que has venido buscando en diferentes áreas de tu vida, sin importar en qué etapa de ella te encuentres, si eres demasiado joven o si eres un consagrado en la vida. Date una oportunidad, que tal vez puede ser la primera o tal vez la última, pero tarde nunca es.
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